jueves, 17 de julio de 2008

"A hombre con razón... hay que respetáaalo"

Estimados amigos y fieles lectores de mi blog:

Ayer mismo, sucedió algo que me ha hecho reflexionar sobre el comportamiento humano, ese gran desconocido. Aunque poseo bastante genio contenido, soy plenamente consciente y, además abogo por ello, de que la violencia no es el camino adecuado para resolver los problemas, por eso suelo huir de las peleas, las tanganas y el reparto de ostiasfinas, salvo que el agresor este inmovilizado, momento en el que uso la técnica consabida de la patada voladora en los cojones, quedando claramente victorioso. Esta explicación es necesaria para entender hasta que punto alguien puede tocarte las narices u otras partes de la anatomía humana para que, una persona claramente pacifista como yo, pierda los papeles de la forma que a continuación expongo.

Comenzó desayunando en el bar de siempre, la trifulca llego a consecuencia de un terrible choque de doctrinas hitóricamente confrontadas y eternamente irreconciliables, no fue por temas banales como el racismo, la violencia de género, la deceleración y/o/u crisis, ¡no!, fue porque, según el panadero de la tahona de “al lado” de la oficina…, “donde esté una porra que se quite un churro”. Señores!!!! Esta afrenta que solo es comparable a la celebérrima frase “donde este una colección de gomas de borrar que se quite una de sellos”, estaba pidiendo a gritos un paladín que la defendiera como si de una dama en apuros se tratase, sabiendome amplio conocedor de que, los churros son el mejor manjar inventado por el hombre (aunque no se sepa a ciencia cierta a quien se debe soberano honor), me hice fuerte con mis argumentos, todo el mundo sabe que la contrastada esbeltez y exquisitez de los churros está, muchas veces manchada y mancillada por la burda y obscena forma de la porra (sobre todo “la del centro”), esta arenga montó la consiguiente tangana de bareto, aunque el verdadero detonante de la violencia gratuita surgió cuando dije que me habían asegurado que Belén Esteban estaba embarazada de, por lo menos, 2 meses y medio. El panadero me recriminó diciendo que mis fuentes no valían ni para tomar por el puto culo. Momento en que el tiempo se paró, y como en Matrix, vimos un gato hacer lo mismo dos veces, distracción que aproveche y a la orden de “toni sujétalo que YO le meto”, le aticé la ya mítica “patada voladora” de la que hablé en el anterior párrafo, y aunque tuve que salir por patas de la tasca, no me corté, no señores!!!, me dirigí a la oficina gritando consignas a favor del churro. Faltaría más!!!.

No hay comentarios: